¿Cuánto vale un sueño?
Hay quienes
dicen que en esta vida todo tiene un precio, y ese precio no suele ser lo que
cuesta ni lo que vale sino lo que se está dispuesto a ganar por aquello que se
pierde, o a perder por lo que se gana.
Día a día nos
enfrentamos con el coste de las cosas que nos rodean. El precio del pan, de la
luz, del agua, la gasolina o el precio de nuestra hora de trabajo, olvidando
que la moneda de cambio real no es una divisa sino el tiempo. Entonces la
pregunta adecuada no debe ser ¿cuánto cuesta esto? Ni ¿qué precio tiene
aquello? Creo que la pregunta real debería ser: ¿Qué estoy perdiendo para ganar
esto? Y ¿Qué estoy ganando para perder esto otro? ¿Cuánto tiempo me está
costando pagar por esto o por aquello? Y así, de minuto a minuto, ir cotizando
todo lo que nos cuesta lo que realmente vale.
Por eso, el día
que hubo que ponerle precio a Eternamente en tus ojos fue un día
sumamente complejo para mí, porque ¿cómo se le pone precio a un sueño? ¿Cómo
pretender tasar algo con tanto valor? Sencillamente es imposible. Por fortuna
había unos estándares más terrenales en los que baremar, y así se hizo.
Ahora, cuando lo
tengo en mis manos, cuando puedo tocarlo, olerlo, pasar hoja a hoja cada una de
sus páginas, os garantizo que, en mi interior, sigue sin tener precio. Lo que
sí que tengo claro es que todo el tiempo, el cariño y el esfuerzo invertidos en
él han dado un hermoso resultado. Muchos dirían aquello de que “ha merecido la
pena”, sin embargo, por fortuna, soy de las que piensa que si algo me causa
pena, es porque no la merece. Yo prefiero que merezca la alegría y así está
siendo la materialización de este proyecto. Creo que eso de que algo “merezca
la pena” viene de nuestra, en ocasiones bizarra, cultura de sobre valorar el
esfuerzo. Nos inculcan desde muy pequeños que hay que esforzarse, trabajar
duro, y sí eso está muy bien. Pero no nos enseñan cuál es el límite ni cuándo
debemos parar. Y así no embarcamos en esfuerzos desmedidos. Nos esforzamos en
mantener relaciones que no funcionan solo por la tozudez de hacerlas funcionar.
Nos esforzamos en mantenernos en un trabajo que no nos gusta sólo para poder
obtener con qué pagar una hipoteca, sin darnos cuenta de que lo que estamos
hipotecando en nuestro tiempo, nuestra salud, nuestra vida. Y cuando ya todo
eso se ha perdido, volvemos a aquella frase célebre…"Pero ha merecido la pena".
¿Quizás para engañarnos? No lo sé. Lo único que os puedo garantizar es que
hacer realidad el sueño de ver a Eternamente en tus ojos impreso, publicado y
sobre todo, siendo disfrutado por otras almas, para mí, jamás tendrá precio y
por ello os estaré eternamente agradecida.
Comentarios
Publicar un comentario