Fachadas
Al leer esta palabra me asalta un recuerdo de mi niñez. Entonces mi madre tenía una pared llena de esas pequeñas figuras hechas de arcilla decoradas de forma muy pintoresca. Aquella pared de la casa parecía una enorme urbanización. Fachadas de todos los tamaños y colores formaban el gracioso conjunto.
Fachada, según
la RAE, significa: parámetro exterior de un edificio, especialmente el
principal. También existe su forma coloquial: presencia y sus sinónimos:
delantera, portada, pinta, aspecto, entre otros.
Ayer, a
propósito de una conversación con una de “mis personas”, en otra entrada os
explicaré qué es eso de “mi persona”, me pregunté cómo se forman las “fachadas”
de nuestra vida.
Para mí, las
fachadas de las personas, son todas esas versiones que mostramos, lo que
dejamos ver a los demás. Unas veces coincide con el interior y otras suele ser
todo lo contrario. ¿Quién no se ha topado, mientras pasea por alguna ciudad,
con una fachada súper bonita y cuidada y, al mirar dentro, está todo derruido? En
cambio, otros edificios no son especialmente llamativos en su exterior y, sin
embargo, al atravesar el umbral de su puerta, nos sorprende un interior de
majestuosa belleza.
Esa podría ser
una excelente metáfora de lo que nos sucede a la mayoría de las personas. Más
allá del maquillaje, el peinado, el color de pelo o la forma de hablar y
vestir, nuestra fachada la componen nuestros gestos, miradas, palabras y actos.
Actos algunos con los que a veces somos coherentes con nuestro pensar y sentir y
otras ocasiones no. ¡Así somos! ¡Así nos va!
Mi fachada o
también llamada portada, siempre fue de una persona bastante seria, creo que
aún llevo bastante de eso. Pero por dentro ese edificio que es mi ser entero desde muy temprana edad ya
estaba habitado por un alma inquieta, noble, creativa,
soñadora, bromista y sensible. Un día, sin preverlo, como suelen suceder en la
vida esas cosas que nos transforman, fui sorprendida por una especie de huracán que dejó en ruinas todo ese
edificio que había construido durante años, fachada incluida. No me quedó más remedio
que rehacer un edificio nuevo desde cero, con una nueva portada para mi alma. Me
decidí por una que fuera más parecida a mí, casi casi yo al completo. Esta vez sin
prejuicios, sin vergüenza, sin tabúes y así fue como empecé a compartir las
letras que me han habitado desde que tengo uso de razón. Y cual fue mi sorpresa
al ver en los ojos de quienes me leían la emoción que cada una de mis palabras transmite. A
ese primer manuscrito compartido llamado Eternamente en tus ojos también hubo que construirle una fachada, su portada. Ya sabéis que la que
conocéis en la actualidad llegó después de otra sacudida, esta vez un maremoto
que devastó la anterior y con ella parte de la mía. Otra vez el edificio
se derrumbó sin quedar más que unos pocos pilares en pie. Mis valores más
profundos que siguen inamovibles, valores como el amor, la amistad, la lealtad
y la honestidad permanecieron en pie. Poco después de aquel maremoto y tras
limpiar y desechar esos escombros que a veces son nuestros recuerdos, actitudes, temores,
resentimientos, pensamientos, apegos e incluso alguna que otra persona; cuando sin saberlo ya
estaba lista para reconstruir, apareció salida de esas hermosas casualidades que
minan a las historias mágicas, ella, la arquitecta de esa nueva fachada para Eternamenteen tus ojos, devolviendo a la portada de mi alma la ilusión que siempre
he sentido cuando me encuentro con la magia de las conexiones entre las personas. Karla
diseñó con amor esa portada, impregnando de su magia y su pasión cada trazo,
haciendo honor al mundo que alberga esa cubierta y al amor que transmite esa
historia.
Más tarde el
edificio ha seguido erigiéndose apuntando maneras a ser rascacielos. Apareció Hebras de Tinta para construir línea
a línea esa bellísima estructura interior que hoy tiene el libro. El resultado
salió a la luz el pasado mes de agosto y ya vamos por la segunda edición. ¡La
segunda! Y fue presentado el pasado viernes 27 de septiembre en una noche llena
de magia y amor.
Con todo esto he
aprendido que las fachadas, portadas, carátulas, cubiertas o como cada uno quiera
llamarle, son más importantes de lo que parecen. Creo que lo esencial siempre
está en el interior y en saber acompasar con cada acto el alma que habita
detrás de cada fachada.
Un cuerpo sin
alma está tan vacío como un edificio que solo tiene una fachada y un alma
desnuda, sin portada, sin una estructura exterior que lo cobije y lo presente
al mundo, corre el riesgo de caer derruido.
Así que, cuidemos
nuestra fachada. Acicalémosla, mimémosla porque, nos guste o no, nos definen.
Y ahora os pregunto, ¿Cuál
es vuestra fachada?
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